Cambié físicamente… y también mentalmente. La gente lo notaba. Me preguntaban qué estaba haciendo. Y a mí me encantaba responder. Pero todavía no lo veía como un camino profesional. Era “solo un hobbie”.

Seguí con la carrera, más por compromiso que por convicción. Mi papá me ayudaba a pagarla y yo quería terminar lo que empecé. Me recibí. Pero apenas arranqué a trabajar en auditoría, supe que ese mundo no era para mí.

Trabajaba horas interminables. Llegué a entrar a las 9 AM y salir a las 5 AM del día siguiente. Y no solo eso: trabajaba sábados, domingos y feriados.

Dejé de entrenar, comía mal, bajé mucho de peso. Otra vez, no me sentía bien.

Y llegó la pandemia. Por primera vez en años, tuve tiempo. Tiempo para pensar en mí. Para reconectar con lo que me gustaba de verdad. Entendí que lo mío era esto. El fitness. No solo entrenar, sino ayudar a otros a sentirse bien.

Renuncié. Me sumé a un estudio familiar, con menos sueldo pero más libertad. Y ahí empecé a construir mi camino. Volví a entrenar, a estudiar, a compartir lo que sabía.

Hoy sigo en ese estudio familiar, pero mi verdadera vocación es esta. Cada día subo un escalón más en mi emprendimiento fitness. Me esfuerzo por brindar un servicio real, humano y efectivo.

Porque yo sé lo que es estar perdido, trabajar a mil, no tener tiempo para entrenar, y comer cualquier cosa. Sé lo que es verse al espejo y no reconocerse. Y también sé lo que se siente cuando todo empieza a cambiar.

Por eso, quiero ayudarte.

No para que vivas a arroz y pollo. Ni para que entrenes dos horas por día.
Sino para que encuentres tu camino.
Simple, real, sostenible.

Porque cuando hacés del fitness un hábito, se transforma en una forma de vida.

Y eso, te cambia para siempre.